Lunes, 2 de
marzo de 2015
Lucas 6, 36-38
¡Sed misericordiosos!
¡Sed misericordiosos
como vuestro Padre es misericordioso! Esta es la palabra más profunda para los
que siguen a Jesús, para los discípulos de Jesús. Jesús nos manda imitar a
nuestro Padre, a Dios, que acoge a todos; que hace brillar el sol sobre malos y
buenos y hace llover sobre justos e injustos. Dios no sólo hace brillar el sol
y envía la lluvia a los cristianos, también a los terroristas o a los
yihadistas. Esta es la misericordia de Dios que resulta imposible para los
hombres.
Jesús nos pide tener
esta misericordia en nuestro corazón. ¡Sed misericordioso como vuestro Padre es
misericordioso! Él nos pide amar a todos los hombres, buenos y malos; amar a
todos hermanos, a toda familia. A veces es difícil poner en práctica este mandamiento
en la comunidad y en la familia. ¿Por qué? Porque todos los días vivimos
juntos. Todos los días nos encontramos unos a otros: en esta capilla, en el
comedor, en el pasillo, en la clase, etc. Conocemos muy bien a nuestros
hermanos: su estilo de vida, su comida preferida, su manera de hablar, lo bueno
y lo malo, etc. Por eso a veces no es fácil amar a todos los hermanos o a toda
la familia.
El evangelio de
hoy nos pregunta, ¿cómo es mi actitud con los demás, con mis hermanos? ¿Amo a
todos o hago acepción de personas? La Cuaresma es un buen tiempo para cambiar
nuestra manera de vivir.
Martes, 3 de
marzo de 2015
Mateo 23, 1-12
No hacen lo que dicen
El
evangelio de hoy nos presenta la crítica de Jesús a los escribas y a los
fariseos. ¿Cuál es? «Ellos no hacen lo que dicen». Los escribas y los fariseos
ocupan la cátedra de Moisés y enseñan la Ley de Dios pero ellos mismos no
observan lo que enseñan. En una palabra: incoherencia. Jesús, en cambio, hace
lo que dice; hay una coherencia en su vida: predicar y curar, orar y trabajar,
palabras y acciones.
La
crítica de Jesús a los escribas y a los fariseos es una crítica para nosotros
mismos también. La iglesia tiene un montón de documentos, encíclicas para
enseñar a los hombres en todo el mundo; tiene muchas palabras, conocimientos y
enseñanzas. No sé si funcionan bien o no. A veces la iglesia no hace lo
que dice; los sacerdotes hacen lo que dicen; los religiosos, los cristianos no
hacen lo que dicen.
En
este tiempo cuaresmal, Jesús nos invita a convertirnos. ¡Convertíos y creed en
el evangelio!” En su exhortación apostólica, Evangelii Nuntiandi, Pablo VI decía que los hombres de hoy no creen
en la evangelización con las palabras, sino con el testimonio de la vida; el testimonio
sin palabras es mucho más fuerte. ¡Pongamos en práctica poco a poco esta enseñanza:
dar testimonio sin palabras! ¡Hagamos lo que decimos!
Miércoles, 4 de
marzo de 2015
Mateo 20, 17-28
La propuesta de Jesús
Ayer
escuchamos la crítica de Jesús a los escribas y a los fariseos. Hoy vamos a
escuchar la crítica de Jesús a sus mismos discípulos. Estaban caminando hacia
Jerusalén. Jesús les estaba enseñando sobre su pasión, crucifixión, sufrimiento,
muerte y resurrección. Al mismo tiempo, sus discípulos le piden un puesto
importante en su Reino. Los discípulos no sólo no entendieron la propuesta de
Jesús, sino que estaban preocupados solamente en sus propios intereses. Querían
una recompensa al seguimiento a Jesús.
La
mentalidad de los discípulos existe en los cristianos de todos los tiempos; en los
discípulos de ayer y de hoy. ¿Cuál en nuestra propuesta en el seguimiento de
Jesús? ¿Qué recompensa queremos en el camino de la vida religiosa?
En
el evangelio de hoy, Jesús nos cuenta su propuesta: “no he venido para ser
servido, sino para servir”. Lo hizo todo esto hasta al final. Tomó el cáliz del
sufrimiento y el bautismo de sangre. Después de todo esto, recibió su
recompensa: la resurrección y el Reino de Dios. Todos somos discípulos de
Jesús. En otra parte del Evangelio Jesús nos dice: el discípulo no es más que
el maestro.
Jueves, 5 de marzo
de 2015
Lucas 16, 19-31
La puerta
cerrada
¡El
evangelio de hoy es tan maravilloso¡ El rico celebraba todos los días espléndidas
fiestas. El pobre, se llamaba Lázaro, estaba esperando todos los días en el
portal del rico, con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico.
Pero, la puerta del rico estaba cerrada. Al final, el pobre murió y los ángeles
lo llevaron al seno de Abrahán. El rico murió también y lo enterraron en el
infierno.
El
pobre, Lazaro, estaba esperando en la puerta del rico, no sólo para pedir
ayuda, también para ayudar al rico a cambiar su vida. Los pobres nos ayudan a
cambiar nuestra vida. Durante toda la vida, siempre hay oportunidades de hacer
el bien, cambiar la manera de vivir y convertirse. Pero si uno se muere, ¡se
acabó!; ya no hay oportunidad de conversión, como el rico en la parábola. Jesús
es el pobre como Lázaro, que todos los días está esperando en la puerta de
nuestro corazón.
Viernes,
6 de marzo de 2015
Mateo 21,
33-43.45-46
Fructificar
Una pequeña reflexión del evangelio de hoy. La
viña en la parábola de hoy es la iglesia y todos somos labradores. Hemos
recibido, en la persona de Jesús y en su mensaje, un regalo único que hemos de
hacer fructificar. No nos podemos conformar con una vivencia individualista y
cerrada a nuestra fe; hay que comunicarla y regalarla a cada persona que se nos
acerca; nuestra familia y comunidad cristiana.
Además, se
trata de una comunidad cristiana abierta, es decir comunidad misionera. Por la
fuerza del Cristo Resucitado, la comunidad es atractiva en todos sus gestos y
actos, y cada uno de sus miembros goza de la capacidad de engendrar hombres y
mujeres a la nueva vida del Resucitado. ¿Qué vamos a hacer? Esta es una
pregunta abierta para cada uno de nosotros, los labradores en la viña del
Señor.
Sábado, 7 de
marzo de 2015
Lucas 15, 1-3.11-32
La gran Buena Nueva
El
evangelio de hoy nos cuenta una parábola maravillosa. El Padre misericordioso
no quiere perder a todos sus hijos. No quiere que el hijo menor sea su esclavo,
quiere que sea su hijo. No quiere que el hijo mayor se pierda, quiere que sea
su amado. Él acoge al hijo menor, pero tampoco quiere perder el hijo mayor. Los
dos forman parte de la familia. El uno no puede excluir al otro. Esta es la gran Buena Nueva que Jesús nos
trae.
Todos
somos hijos del Padre; puede ser el hermano menor o mayor. Nos podemos
identificar a nosotros mismos. La verdad, el Padre misericordioso no quiere que
cada uno de nosotros se pierda.
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