Minggu, 07 Juni 2015

Curación a través de la Eucaristía

Curación a través de la Eucaristía

Celebramos hoy el Santísimo cuerpo y sangre de Cristo. Nuestra iglesia católica tiene tantas riquezas y tantas enseñanzas sobre la Eucaristía. Podríamos reflexionar sobre la Eucaristía como banquete, sacrificio, alianza, etc.; depende del punto de vista. En esta solemnidad, a mí me gustaría compartir con ustedes un aspecto pequeño de la Eucaristía: la curación.
La iglesia es una comunidad de pecadores. Todos somos pecadores y tenemos tantas debilidades, enfermedades y tantos dolores. Hemos perdido tantas cosas: la pérdida de intimidad por culpa de la separación; la pérdida del amor por culpa del abandono; la pérdida del hogar por culpa de la crisis y la corrupción, etc. Todos los domingos llegamos a la Eucaristía con el corazón roto por muchas pérdidas, las nuestras y las del mundo. La Eucaristía nos presenta la posibilidad de optar, no por el resentimiento, sino por el agradecimiento. La palabra “eucaristía” significa: acción de gracias.
Para que lo podamos entender más fácil, les voy a explicar cuatro partes importantes de nuestra Eucaristía: ritos iniciales, liturgia de la palabra, liturgia eucarística y rito de conclusión. Primera parte, ritos iniciales. Comenzamos nuestra eucaristía suplicando la misericordia de Dios: Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad. Es el grito del pueblo de Dios, el clamor de todos los contritos de corazón. 
La petición de la misericordia de Dios brota de un corazón que sabe esa imperfección humana, no es una condición fatal de la que somos tristes víctimas, sino el fruto amargo de la decisión humana de decir “no” al amor. Sí, es verdad que somos pecadores, y pecadores sin remedio; parece que todo está perdido, y ya no quedan nada de nuestros sueños y nuestras esperanzas. Sin embargo, se oye una voz:¡Mi gracia te basta! Cuando gritamos Señor ten piedad, Jesús nos da el perdón y la curación por su misericordia.
Segunda parte, liturgia de la palabra. Después de gritar Señor ten piedad, escuchamos la palabra de Dios. La palabra de Dios no es sólo una palabra que debamos aplicar a nuestra vida diaria, sino también una palabra que nos sana en y a través de nuestra escucha, aquí y ahora. Cuando escuchamos el lector lee la palabra de Dios, es decir Dios mismo nos habla; la presencia real de Dios. La palabra tiene un poder curativo y destructor. 
Cuando alguien me dice: Te quiero o te odio, no sólo recibo una información. Estas palabras provocan inmediatamente algo en mí. Estas palabras tienen poder de sanarme o de destruirme. Cuando Jesús nos habla,debemos escucharle con todo nuestro ser, confiando en que la palabra que nos creó también habrá de sanarnos.
Tercera parte, liturgia eucarística. En la liturgia eucarística, Jesús nos da su cuerpo y su sangre. Jesús lo da todo. Dios se nos hace presente en el pan y en el vino en la Eucaristía. Dios no sólo se encarnó por nosotros hace muchos años en un país lejano, sino que también se hace alimento y bebida para nosotros en este momento de la celebración eucarística, justamente donde estamos reunidos en torno a la mesa. Dios no se guarda nada; Dios lo da todo. Éste es el misterio de la misericordia de Dios. El cuerpo y la sangre de Cristo nos purifica y nos da la vida eterna.

La última, rito de conclusión. Al final, Jesús nos manda a ir y anunciar el evangelio. El final no es la comunión, sino la misión. Después de recibir la curación, el perdón, la gracia y la misericordia de Dios, tenemos que hacer nuestra misión en el mundo, en la vida diaria; ser testigos dela misericordia de Dios y compartir lo que hemos recibido en la Eucaristía. Así es la belleza de nuestra celebración eucarística. Que Dios nos ayude a vivir la vida eucarística en nuestra vida cotidiana. ¡Así sea!


Padre Andreas C. Lamtarida Simbolon, O.Carm

Salamanca-España, 6 de junio de 2015
Homilía en la solemnidad el Cuerpo y la Sangre de Cristo, 7 de junio de 2015 

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