Curación a
través de la Eucaristía
Celebramos
hoy el Santísimo cuerpo y sangre de Cristo. Nuestra iglesia católica tiene
tantas riquezas y tantas enseñanzas sobre la Eucaristía. Podríamos reflexionar sobre
la Eucaristía como banquete, sacrificio, alianza, etc.; depende del punto de
vista. En esta solemnidad, a mí me gustaría compartir con ustedes un aspecto
pequeño de la Eucaristía: la curación.
La iglesia es una comunidad de
pecadores. Todos somos pecadores y tenemos tantas debilidades, enfermedades y
tantos dolores. Hemos perdido tantas cosas: la pérdida de intimidad por culpa
de la separación; la pérdida del amor por culpa del abandono; la pérdida del
hogar por culpa de la crisis y la corrupción, etc. Todos los domingos llegamos
a la Eucaristía con el corazón roto por muchas pérdidas, las nuestras y las del
mundo. La Eucaristía nos presenta la posibilidad de optar, no por el
resentimiento, sino por el agradecimiento. La palabra “eucaristía” significa:
acción de gracias.
Para que lo podamos entender más
fácil, les voy a explicar cuatro partes importantes de nuestra Eucaristía:
ritos iniciales, liturgia de la palabra, liturgia eucarística y rito de
conclusión. Primera parte, ritos
iniciales. Comenzamos nuestra eucaristía suplicando la misericordia de
Dios: Señor ten piedad, Cristo ten
piedad, Señor ten piedad. Es el grito del pueblo de Dios, el clamor de
todos los contritos de corazón.
La petición de la misericordia de Dios brota de
un corazón que sabe esa imperfección humana, no es una condición fatal de la
que somos tristes víctimas, sino el fruto amargo de la decisión humana de decir
“no” al amor. Sí, es verdad que somos pecadores, y pecadores sin remedio; parece
que todo está perdido, y ya no quedan nada de nuestros sueños y nuestras
esperanzas. Sin embargo, se oye una voz:¡Mi
gracia te basta! Cuando gritamos Señor
ten piedad, Jesús nos da el perdón y la curación por su misericordia.
Segunda parte, liturgia de la palabra. Después de
gritar Señor ten piedad, escuchamos la
palabra de Dios. La palabra de Dios
no es sólo una palabra que debamos aplicar a nuestra vida diaria, sino también
una palabra que nos sana en y a través de nuestra escucha, aquí y ahora. Cuando
escuchamos el lector lee la palabra de Dios, es decir Dios mismo nos habla; la presencia
real de Dios. La palabra tiene un poder curativo y destructor.
Cuando alguien
me dice: Te quiero o te odio, no sólo recibo una
información. Estas palabras provocan inmediatamente algo en mí. Estas palabras
tienen poder de sanarme o de destruirme. Cuando Jesús nos habla,debemos
escucharle con todo nuestro ser, confiando en que la palabra que nos creó
también habrá de sanarnos.
Tercera parte, liturgia eucarística. En la liturgia
eucarística, Jesús nos da su cuerpo y su sangre. Jesús lo da todo. Dios se nos
hace presente en el pan y en el vino en la Eucaristía. Dios no sólo se encarnó
por nosotros hace muchos años en un país lejano, sino que también se hace
alimento y bebida para nosotros en este momento de la celebración eucarística,
justamente donde estamos reunidos en torno a la mesa. Dios no se guarda nada;
Dios lo da todo. Éste es el misterio de la misericordia de Dios. El cuerpo y la
sangre de Cristo nos purifica y nos da la vida eterna.
La última, rito de conclusión. Al final, Jesús nos manda a ir y anunciar el
evangelio. El final no es la comunión, sino la misión. Después de recibir la
curación, el perdón, la gracia y la misericordia de Dios, tenemos que hacer
nuestra misión en el mundo, en la vida diaria; ser testigos dela misericordia de
Dios y compartir lo que hemos recibido en la Eucaristía. Así es la belleza de nuestra celebración eucarística. Que Dios nos ayude a
vivir la vida eucarística en nuestra vida cotidiana. ¡Así sea!
Padre Andreas C. Lamtarida Simbolon, O.Carm
Salamanca-España, 6 de junio de 2015
Homilía en la solemnidad el Cuerpo y la Sangre de Cristo, 7 de junio de 2015
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